Mi artículo publicado ayer en El País
Hace cinco años que empezó la tragedia griega y el problema sigue sin resolverse. Como era previsible, tanto en el Eurogrupo como en la Cumbre Europea, se escenificó la soledad de Grecia. El torpe error de pactar con un partido de ultraderecha que dice y vota lo mismo que Le Pen en el parlamento europeo y aprobar medidas de gasto que tendrán que financiar sus socios les conducía directamente al precipicio de la salida del euro. Sólo Tsipras sabe si dará un paso al frente o decidirá frenar en seco su estrategia suicida y alejar a sus ciudadanos de la salida del euro que provocaría: más depresión, más desempleo y más pobreza. Varufakis está especializado en teoría de juegos. Se habla de juego de la gallina pero la matriz de pagos es muy asimétrica. En caso de salida habría impago de la deuda y los acreedores serían menos ricos. Pero los griegos serían mucho más pobres y son los que más tienen que perder. Seguramente por esta razón Tsipras ha aceptado que los hombres de negro vuelvan a Atenas para tener “reuniones técnicas”.
Los políticos no dejan de sorprendernos con su capacidad para no nombrar la palabra maldita: rescate. Pero Tsipras es un político que ha apelado a las emociones de los griegos para ganar las elecciones. Si los seres humanos fuéramos sólo racionales no habría burbujas financieras, guerras, violencia de genero, maltrato infantil, etcétera. Seríamos computadoras. Pero somos humanos y las emociones son determinantes en nuestras decisiones para lo bueno y para lo malo. Por lo tanto, la salida del euro no se puede descartar y cualquier error la puede precipitar. El evento provocaría un intenso contagio sobre otros países altamente endeudados, especialmente: Portugal, España, Italia e Irlanda. La CE volverá a equivocarse en sus previsiones para Grecia. El PMI de enero anticipaba recesión y la fuga de depósitos, provocada por la victoria de Syriza, la intensificará. Los ingresos fiscales caerán y para mantener el superávit primario que propone Syriza tendrán que renunciar a buena parte de las medidas anunciadas en el parlamento. No obstante, hay margen para que los socios acepten atender la pobreza extrema, en parte provocada por sus errores de gestión de la crisis griega. Y también para incluir a Grecia en el programa de compras de deuda del BCE y en el plan Juncker que esperemos pronto sea una realidad.
En clave española me alegró leer a Pablo Iglesias apoyar que “los griegos quieren pagar su deuda y mantener un superávit primario del 1,5% del PIB”. Espero y deseo que Podemos e IU saquen lecciones del experimento griego. Sus propuestas de reestructuración de deuda ilegítima nos situaría en bono basura, dejaría a nuestros bancos fuera del BCE y nos llevarían al mismo precipicio que Grecia de salida del euro con corralito incluido. Y sus medidas de aumento del gasto público, similares a las de Syriza, provocarían más déficit primario, incumpliendo el protocolo de déficit excesivo y no serán aceptadas por nuestros socios, lo mismo que le está pasando a Syriza. También espero y deseo que los catalanes miren al espejo griego. La Generalitat ya es bono basura y la independencia les dejaría fuera del BCE como a Grecia. Y recordemos a Keynes: “cuando pensamos que va a suceder lo inevitable, surge lo imprevisto”.