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Los economistas independentistas nos dijeron que una Catalunya independiente tendría un rating próximo al de Alemania. La realidad siempre supera a la ficción y esta semana S&P ha vuelto a bajar el rating a Catalunya hasta B+. Lo peor es que les deja en perspectiva negativa y significa que, si siguen adelante con la independencia, las bajadas van a continuar. Catalunya ya ha bajado cuatro plantas en el sótano lúgubre de los bonos basuras y está próxima a Grecia, por debajo de Portugal y con el peor rating de las 17 comunidades autónomas españolas.
Los independentistas dicen que es por el España nos roba. Pero Valencia, que está mucho más perjudicada que Catalunya por el sistema de financiación autonómica y con una deuda mayor, tiene un rating dos escalones por encima de Catalunya.
Lo que no reconocerán los economistas independentistas es que las agencias de rating anticipan que la independencia llevaría al impago, lo mismo que la suicida estrategia de Syriza en Grecia o la de Rajoy en 2012, que acabó en rescate y sin la intervención de Draghi habría acabado con España fuera del euro. Y cuanto más se acerquen a la independencia, más les bajarán el rating.
Catalunya tiene y siempre ha tenido excelentes economistas. La Universidad Pompeu Fabra y la de Barcelona son dos de las mejores escuelas de economía de nuestra querida España. Sus profesores deberían explicar a la sociedad catalana que tener un mal rating sale muy caro. Los madrileños también lo vamos a comprobar ya que Carmena y su equipo económico han roto el contrato con las agencias cerrando el acceso de Madrid a los mercados financieros internacionales y dejándonos exclusivamente en manos de la banca local.
Un bono de la Generalitat Valenciana cotiza en el mercado a 65 puntos básicos por encima del bono del Tesoro al mismo plazo y ha subido 10 puntos desde que comenzó 2016. Un bono de la Generalitat de Catalunya cotiza a 350 puntos básicos y ha subido 100 puntos desde enero. Ambas son comunidades autónomas de España y ambas están dentro del euro. La única diferencia que explica la prima de riesgo es que una se quiere independizar y la otra quiere seguir dentro de España exigiendo un sistema de financiación mejor.
Tener un tipo de interés mayor significa que tus empresas se financiarán más caro y crearán menos empleos que las valencianas. De hecho, si el diferencial de tipos es persistente, las empresas acabarán cerrando en Catalunya y deslocalizándose a Valencia. Significa que la Generalitat tendrá que pagar más intereses por la deuda y tendrá menos dinero para gastar en sanidad, en educación, en seguridad, en carreteras, pagará peores sueldos a sus funcionarios, etcétera.
Más preocupante es lo que no cuenta la prima de riesgo. La realidad es que hay inversores que desearían vender los bonos de la Generalitat, pero no hay nadie en el mercado que quiera comprarlos. Eso significa que la Generalitat no puede emitir bonos. Y en caso de independencia, no podría devolver sus préstamos cuando vayan llegando los vencimientos. Por eso las agencias les bajan el rating.
Para los que siempre hemos admirado a Catalunya, sus ciudades, su cultura, sus playas, sus empresas, su diseño, su seriedad en los negocios, etcétera, es muy triste ver la degradación que ha sufrido la sociedad catalana desde hace tres años cuando iniciaron este viaje a ninguna parte de la independencia.
Ayer tuve un sueño y soñé que en Madrid y en Barcelona había dos gobiernos sensatos. Dos gobiernos que sentaron las bases para el reencuentro y que priorizaban el bienestar de los catalanes y del resto de españoles buscando una solución al conflicto. Pero desperté y vi a Rajoy, a Puigdemont, a Junqueras y a Montoro y cerré los ojos para seguir soñando.