Hoy Luis Garicano ha escrito en El País un artículo afirmando que la educación es la clave. Este economista observador no podría estar más de acuerdo con él en el fondo, pero discrepo profundamente en las formas. Su tesis es que “todas las reformas educativas han sido un fracaso (…) y hagamos un pacto de estado en la próxima legislatura.”
En primer lugar, es rigurosamente falso que nuestras reformas educativas hayan sido un fracaso. Por supuesto que se han cometido errores, pero únicamente no comenten errores los que nunca han tomado decisiones, como es el caso de Ciudadanos.
Pero un profesor de teoría de juegos y negociación como Garicano debería saber que la mejor forma de que no haya un pacto de estado en educación es decirles a tus interlocutores -PP y Psoe, pero también CiU y PNV- que sus políticas educativas han sido un desastre.
En el gráfico se puede comprobar el gran esfuerzo que los diferentes gobiernos han hecho en gasto público en educación. El más brutal fue el de los gobiernos de Felipe González que partía de niveles muy bajos -en comparación con nuestros socios europeos- heredados del franquismo. Aznar cedió a las CCAA la gestión de la educación y se mantuvo el esfuerzo. E igual sucedió durante los gobiernos de Zapatero con el añadido del fuerte aumento de la población por la llegada de inmigración.
Los datos son del Banco de España y están corregidos de inflación para que el gasto sea comparable en el tiempo. La Democracia ha triplicado el gasto educativo por habitante y somos muchos más habitantes. Sin esta variable sería imposible explicar que el empleo haya aumentado un 50% durante la democracia, que hayamos transformado el 20% de empleo agrícola de 1975 en empleo industrial y de servicios, que hayamos convergido en renta por habitante con nuestros socios europeos y que hayamos multiplicado por nueve nuestras exportaciones de bienes desde 1980.
Aún así, nuestro capital humano sigue siendo un 75% del promedio europeo y hay margen para mejorar la cantidad de dinero que gastamos en educación, así como también la calidad y la eficiencia del gasto. En los informes Pisa, España está en la media de la OCDE, próximo a Suecia y EEUU, pero todos aspiramos en un mundo global a liderar la educación y hay margen para mejorarla.
Pero es muy injusto que tras un esfuerzo tan brutal de gasto en educación de la sociedad española, instrumentalizado democráticamente en sus diferentes gobiernos, se diga que todo ha fracasado. La evidencia empírica dice lo contrario.
Garicano habla del abandono escolar, que es del 26% y el más alto de Europa. Pero olvida explicar que en 1992 era el 40%. Y olvida decir que la llegada de inmigración ha empeorado el ratio. La población nacida en España tiene un ratio de abandono inferior al 20%, la mitad que hace 25 años, y éste se ha desplomado tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Reconozcamos que sigue siendo elevado, pero seamos conscientes del país que heredamos de Franco.
En 1992 tan sólo el 12% de los españoles tenía estudios universitarios, la mayoría de clase alta: eran los que podían pagarlo y tenían cultura del estudio. Hoy es el 33%, e incluye a gente como este economista observador que venía de una familia humilde con ningún universitario entre sus miembros. Esa es la gran revolución de nuestra democracia.
Ahora la OCDE dice que somos el país que menos provecho saca de su capital humano y con universitarios trabajando en labores diferentes a sus habilidades. Hagamos un reforma empresarial, cambiemos nuestro aparato productivo y consigamos empresas que saquen todo el provecho a ese capital humano para aumentar la renta por habitante, los salarios y el nivel de vida de nuestros jóvenes, especialmente de los más talentosos que huyen a países donde los salarios y la probabilidad de encontrar un empleo digno son mayores.
La mejor universidad española está en el puesto 200 de la clasificación mundial. España es el 30º país con más renta por habitante en el mundo y no puede permitirse el lujo de no tener excelencia en la universidad. Pero si Ciudadanos quiere mejorarla debería empezar por cambiar su reforma fiscal, que propone bajar el IVA y reducir los recursos del estado.
La gente de mi generación que decidió quedarse en la universidad a investigar tiene salarios muy inferiores a sus colegas de otros países europeos y, especialmente, en EEUU y Reino Unido. Muchos de ellos sufren la ausencia de nuevas plazas de promoción y malviven con contratos precarios, siendo mileuristas e, incluso algunos, siendo seiscientos euristas desde hace 20 años.
Una opción es que fueran universidades privadas las que resolvieran el problema. Pero tienen los mismos problemas y salen mucho peor en la clasificación de calidad internacional.
En educación infantil tenemos que adaptar la pedagogía a la revolución tecnológica, cuidando la salud de nuestros niños y la exposición de sus frágiles ojos al uso de dispositivos electrónicos. Por lo tanto, hablemos de mejorar la calidad y la eficiencia del gasto, pero también de más recursos públicos para la educación.
Y si queremos un pacto educativo, hagamos todo lo necesario para conseguirlo.